martes, 23 de agosto de 2011
Traducir un texto de un idioma a otro siempre supone un riesgo y una más que probable pérdida de matices en el intento. Y hacerlo con un concepto como “Gamification” se convierte en todo un reto. La equivalencia más literal que se me ocurre sería “Juegueando”, del supuesto verbo “Jueguear” que significaría “convertir en juego algo que no lo es”. Pero suena tan “incorrecto” que chirría demasiado como para introducirlo en nuestro vocabulario habitual.
El concepto aún es reciente y las páginas dedicadas al tema escritas en español suelen recurrir a la denominación en inglés, o al anglicismo facilón “Gamificación”, en el que se pierde por completo la función de autodefinición que tenía la palabra en su idioma original. Aún así, se aprecian esfuerzos por encontrar el término adecuado, aunque sea sacrificando su literalidad en favor de la esencia: el sentido lúdico. Algunas traducciones, como “Ludotización”, suenan forzadas, pero hay otras más afortunadas, y sobre todo una parece estar calando: “Ludificación”.
Se puede argumentar que “Ludificación” no es exactamente lo mismo que “Gamification”, y es verdad; uno hace referencia a convertir algo en un juego, y el otro a “simplemente” hacerlo lúdico. Pero a falta de una traducción mejor, nos damos por satisfechos, y tratamos de centrarnos en el espíritu de la nueva filosofía, que en mi modesta opinión se resume en “sembrar motivación allá donde no crece de forma natural”.
La clave sería esa, la motivación, y en eso tenemos mucho que aprender de los videojuegos. No es fácil mantener a una persona (niño o adulto) sentada y apretando botones durante horas y horas. Para lograrlo hay que darle buenas razones, y hacerlo de forma constante; ya sea consciente o inconscientemente.
Hasta hace poco, nadie parecía haber valorado en su justa medida los logros y descubrimientos conseguidos por los videojuegos, lo que éstos significan, y lo que podrían llegar a suponer. Ni siquiera los propios diseñadores han sido muy conscientes de lo que estaban haciendo. En los últimos 30 años, los videojuegos parecen haber evolucionado de una forma “natural”; sin un plan superior, sin objetivos y sin un camino predeterminado. Los videojuegos han evolucionado de forma instintiva, buscando su propia supervivencia, que no depende de ser el mejor juego o el más fuerte, sino el mejor adaptado al medio, que en este caso es la mente humana. Ahora toca analizar cuáles son las teclas emocionales que se han estado tocando y ver cómo podemos reconducir todo lo aprendido para poderlo aplicar a otros campos. Y a ser posible con buenas intenciones...
Etiquetas:Gamification,Ludificación | 2
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